La necesidad es algo muy ambiguo, y algo difícil de saber manejar. Es decir, se supone que es algo instintivo ¿no? Si necesitas algo, lo necesitas, pero, ¿acaso no se puede controlar la necesidad? Es complicado, pero se puede. Se puede llegar a la conclusión de que algo que se creía necesario, finalmente no lo era tanto, eso si no se llega al otro extremo, esto es, que algo que creíamos totalmente indispensable, no es más que algo banal y caprichoso.
¿A qué viene esto? Pues a que soy una bocazas, y ahora, más tranquila, me pregunto si es necesario decir todo lo que se me pasa por la mente... Claramente, la respuesta es no. Hacer daño por hacerlo, es una tremenda tontería, entonces, ¿por qué lo hago? Después me quejo de la gente que alardea de ir de sincera por la vida y siempre está soltando lo primero que se le pasa por la mente sin pensar en las consecuencias, ¡pero si yo soy igual! O quizás no... no lo sé.
Y he ahí mi problema, ¿puedo controlarme? Algunos dirán que sí, que es tan sencillo como callarme, cerrar la boca y no decir nada, pero yo no lo veo así. Si digo algo, es porque tengo la necesidad de hacerlo, ya sea porque quiero que esa persona sepa lo que pienso de ella, o de cierto tema, o de lo que sea. Pero, ¿qué pasa cuando a esa persona no le interesa escuchar mi opinión, o peor aún, cuando mis palabras la hieren? Está claro que después me siento fatal, pero la pregunta es, ¿podría haberme callado?
Nunca he tenido problemas con nadie por decir las cosas a la cara, ya que puedo llegar a ser muy diplomática. Pero cuando tienes a una persona a la que se lo puedes contar todo, la cosa cambia. Hay que ser sincero, sí, pero también cuidadoso. Y yo, peco bastante de basta...
Seguiré buscando...
Lo siento.
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